domingo, 30 de diciembre de 2018

Religión y violencia


Un argumento en contra de la creencia religiosa es que provoca comportamientos fanáticos y conductas violentas. Y, en efecto, hay una larga historia de persecuciones, imposiciones, represión, tortura y muerte ligada a la religión, o a algunas religiones.
El egiptólogo alemán Jan Assmann apunta hacia lo que llama "distinción mosaica", como uno de los orígenes de la intolerancia religiosa. Esa distinción, que habría comenzado con el faraón Akhenatón, inauguró en el mundo antiguo una forma de creencia que incluye la exclusión de otros credos.
El monoteísmo de Akhenatón habría sido el primero en postular no sólo la existencia de un dios, sino, a la par, la inexistencia y falsedad de todos los otros. En ese sentido fue una "contrarreligión", es decir, una religión que se ve a sí misma como opuesta a las anteriores.
Algunos estudiosos han dividido las religiones en "primarias", que tendrían una base cosmoteísta, es decir, inmanente, en la que las divinidades forman parte del mundo y se relacionan con fuerzas de la naturaleza, son muchas y no se excluyen, y las "secundarias", más recientes, que postulan una divinidad trascendente, fuera del mundo, y que vienen a imponerse sobre las primarias, juzgadas de primitivas, paganas, demoníacas.
Las religiones politeístas con base primaria eran más tolerantes con otras tradiciones religiosas. Los dioses extranjeros no eran negados, sino más bien integrados. La postura era considerar que un dios venido de fuera era equivalente a uno propio o, si no, un dios no reconocido todavía, que merecía culto. Eso se aprecia, por ejemplo, en la antigüedad grecorromana, que fácilmente sumaba dioses, a veces por moda cultural.
El monoteísmo de Akhenatón, que data del siglo XIV a. C., habría sido la primera o una de las primeras religiones secundarias, con su culto exclusivo a Atón, que buscaba eliminar el culto de cualquier otro dios del numeroso panteón egipcio.
Egipto se sumió en una guerra civil y en un grave conflicto interno entre el faraón y la poderosa casta sacerdotal de Tebas. Akhenatón trasladó la capital a Amarna y emprendió toda una serie de reformas, no sólo religiosas sino también políticas y estéticas. No tuvo éxito, los faraones que le sucedieron gradualmente recuperaron las antiguas tradiciones y el nombre de Akhenatón fue borrado de la lista de reyes. Se quiso sepultar su recuerdo.
Una hipótesis interesante de Assmann, teórico de la "memoria colectiva", es que el trauma histórico del monoteísmo de Akhenatón habría quedado latente, como reprimido. Y cuando los egipcios se encontraron, en época helenística, con el monoteísmo de los judíos, su reacción fue de rechazo, pues los remitía a su propia experiencia traumática y violenta con el monoteísmo de Atón, que databa de un milenio atrás. Ése sería uno de los orígenes del antisemitismo en la Antigüedad.
El monoteísmo judío sería otro ejemplo de religión "secundaria", basada en una revelación divina, con una verdad que se recoge en textos sagrados. Niega a las demás religiones y se ve a sí misma como la única verdadera. Pero una característica del judaísmo es que está ligado a un pueblo, que se considera el elegido por el único dios verdadero. Por ello, no busca imponer su culto a otros pueblos, sino sólo preservarlo. No es una religión misionera ni que busque la expansión de su credo. En lugar de colonizar, se aísla, se segmenta, se autoexcluye.
En cambio, el cristianismo, un monoteísmo derivado del judaísmo, también basado en la revelación y en escrituras sagradas que guardan la verdad, se presentará como religión universal. Será por esencia expansivo y cuando se vincule con el poder político romano, se propagará hasta donde pueda. Como es la única religión verdadera y su dios es el único que existe, se justificará no sólo la negación de las otras religiones y dioses, sino también su eliminación, su destrucción. La conversión no será una opción sino una obligación.
El aspecto militar e imperialista ligado al monoteísmo se verá también, en forma más aguda, en el islam, otra religión del mismo tronco que el judaísmo, igualmente basada en una revelación y en escrituras sagradas. Mahoma mismo, el profeta que recibió la revelación en una cueva, fue también un líder militar, que encabezó la destrucción de cultos previos en la península arábiga. El islam se expandirá sobre los infieles, con apoyo del poder militar.
Ahora bien, ése un aspecto del monoteísmo, es el "precio" que, según Assmann, se ha tenido que pagar para dejar atrás las religiones cosmoteístas y abrir camino a una espiritualidad más profunda que la presente en las religiones "primarias".
Europa se configuró según la cosmovisión cristiana, dominante durante toda la Edad Media. Y el islam ha marcado la identidad de las sociedades de oriente próximo.
Pero el cosmoteísmo se ha mantenido latente. No ha sido eliminado del todo. Assmann tiene la hipótesis de que las religiones naturalistas, inmanentes, de base primaria, han logrado retornar y han influido también en la historia de occidente, aportando elementos culturales.
Así, por ejemplo, el Corpus hermeticum, atribuido a Hermes Trismegisto, un sacerdote egipcio, o la Hieroglyphica de Horapolo, un tratado sobre los jeroglíficos egipcios, fueron popular en el Renacimiento. Saliendo del molde cristiano, diferentes pensadores como Marsilio Ficino y Pico della Mirandola buscaron una síntesis de religiones, que llamaron "Prisca theologia", una verdad común detrás de todos los credos.
Es como si el cosmoteísmo retornara para superar la "distinción mosaica" excluyente y aportara elementos para una síntesis incluyente. Eso también se habría notado en la Ilustración y la masonería, donde se pueden rastrear igualmente herencias egipcias y orientales anteriores a las tres grandes religiones monoteístas.
De manera que podría defenderse la tesis de que grandes corrientes de la modernidad que han colaborado en la secularización de occidente han estado influidas por tradiciones no monoteístas, de base primaria y cosmoteísta. Así, la sociedad cristiana europea construida sobre las bases del monoteísmo habría sido transformada, en buena medida, por un corriente de pensamiento subterránea que hizo retornar elementos de renovación precristianos.
Es como si occidente, con su armadura simbólica cristiana, estuviera por doquier acosado, desde dentro, por tradiciones no cristianas ni monoteístas, algo que también puede reconocerse en el Romanticismo, por agregar otro ejemplo. El "hen kai pan" de los románticos, es decir, el panteísmo moderno, con antecedentes en el dios oculto egipcio, el dios de Jenófanes o el de los neoplatónicos, sale del molde monoteísta y vuelve a anudar la naturaleza y la divinidad, lo que es claro en el idealismo de Schelling.
La religión ha sido fuente de violencia, es verdad, pero habría que entrar en detalles. Rechazar de tajo la religión, sin hacer distinciones, pasa de la verdad a la verdad parcial y roza la falsificación por omisión histórica y reflexiva. La religión monoteísta puede ser considerada un avance, así como el retorno del cosmoteísmo en la modernidad debe ser valorado en sus aportes.
La construcción de una sociedad en la que creyentes de todos los credos y también los no creyentes tengan lugar es posible. No es necesario caer en una nueva "distinción" que niegue toda creencia religiosa en nombre de una ideología política o de la ciencia.
De hecho, la postura peligrosa no es la de creer o no creer sino la de considerar la creencia propia como la única verdad y atribuir la falsedad a todas las demás, con afanes de imposición y expansión. Los que eso hacen desde la ciencia o desde la ideología quizá no se den cuenta que están repitiendo un esquema religioso, el del monoteísmo militante que tanto dicen combatir.

jueves, 29 de noviembre de 2018

López Obrador y el centralismo




Si consideramos que la Constitución de Apatzingán no tuvo efecto en todo el territorio nacional y fue más bien un proyecto, podemos decir que la Constitución de 1824 fue la primera Ley Suprema de México. Establecía una república federal, que sustituyó al imperio encabezado por Iturbide. Contemplaba 19 estados y cuatro territorios, con la idea de que esos estados serían soberanos y de manera voluntaria formarían parte de la federación, que se llamó, por tanto, Estados Unidos Mexicanos.

La influencia era estadounidense, tomaba como modelo la manera en que las Trece Colonias conformaron una sola nación. Pero la situación era evidentemente distinta. En cierta forma se trató de un artificio. No es que la población de los estados decidiera voluntariamente unirse a una federación. Más bien los que diseñaron esa primera constitución dividieron el país en estados, que desde entonces fueron adquiriendo autonomía e identidad.

La Constitución de 1824 se aplicó en un país sumido en la inestabilidad. Con el régimen de Santa Anna, iniciado en 1833, se reveló lo endeble de las instituciones. El veleidoso político y militar cedió el poder a Valentín Gómez Farías, su vicepresidente, quien aplicó una serie de reformas anticlericales, que incluían la supresión de órdenes monásticas y la abolición de fueros para miembros del clero.

La reacción católica no se hizo esperar y se le exigió a Santa Anna no sólo regresar al poder sino anular las reformas de Gómez Farías. Así lo hizo el general, que entonces empezó a poner en práctica políticas de corte conservador y centralista, condensadas en un grupo de leyes, llamadas las Siete Leyes, promulgadas en 1836.

Además de que se acotó la ciudadanía y se exigió un ingreso mínimo para poder votar, por ejemplo, se fortaleció la figura presidencial, sobre los poderes legislativo y judicial. Pero lo más importante es que se suprimió la república federal o federación de estados, que fueron convertidos en departamentos, con gobernadores nombrados desde el centro.

Este proceso centralizador trajo como consecuencia, entre otros efectos, el intento de independencia de varios estados y territorios. El caso más grave fue el de Texas, que logró su independencia en 1836. Cuando una década después Estados Unidos de América se anexó Texas, estalló una guerra que provocó que México perdiera vastas zonas del norte, más de la mitad de su territorio original.

Los departamentos de las Siete Leyes centralistas de 1836 contarían con un gobernador elegido por el mismo presidente y con legisladores locales igualmente nombrados por el ejecutivo.

Después de los numerosos periodos presidenciales de Santa Anna, y también de su dictadura, será hasta el Plan de Ayutla, en 1854, que los liberales, encabezados por Juan Álvarez, emprenderán el proceso para convertir a México de nueva cuenta en una república federal, lo que se logró con las Leyes Juárez, Lerdo e Iglesias y, sobre todo, con la Constitución de 1857, promulgada durante la presidencia de Ignacio Comonfort.

Los conservadores de aquel periodo, como se sabe, lanzaron el Plan de Tacubaya para anular las leyes liberales y los aspectos de la Constitución de 1857 que más afectaban a la iglesia católica. Implementaron las llamadas Cinco Leyes, que devolvieron los privilegios al clero y al ejército. Eso desató la Guerra de Reforma, en la que Juárez, que había asumido la presidencia, logró derrotar a los conservadores, que, sin embargo, terminaron por recurrir a Francia e imponer a un emperador, Maximiliano.

Los tiempos habían cambiado. Maximiliano mismo era liberal, creía en la separación de la iglesia y el Estado y la libertad de culto. Otra vez Juárez logró recuperar la presidencia, con apoyo de Estados Unidos. Y reestableció la república federal.

López Obrador se dice juarista, aunque ciertamente no se le ve el lado anticlerical. Acusa a sus adversarios de conservadores, pero hay que preguntarse en qué sentido él sería liberal. Parece referirse a la historia de México en el siglo XIX. Y entonces hay que tomarle la palabra.

Una de sus propuestas, por ejemplo, es nombrar “delegados” en cada estado, que representen al gobierno federal. Esas figuras han levantado polémica, pues se cree que podrían convertirse en un poder paralelo al de los gobernadores. 

Morena argumenta que los delegados se encargarán de los programas sociales federales en los estados, inspeccionando su correcta implementación. Coordinarán las delegaciones del gobierno federal y dependerán de un coordinador general, que a su vez estará subordinado al ejecutivo. Los partidos de oposición señalan que esos delegados servirán como operadores electorales, manipulando el presupuesto de los programas y las delegaciones federales para crear una base electoral favorable a Morena.

En el caso de Jalisco, Carlos Lomelí, que fue candidato a gobernador, será el delegado estatal, lo cual al menos resulta sospechoso. Es evidente que desde esa posición tendrá incidencia en la vida política de Jalisco y resulta previsible que vuelva a buscar la gubernatura. Los programas federales y las delegaciones se convertirán en su plataforma.

Si los delegados fueron personajes meramente burocráticos, la situación sería distinta, pero la verdad es que López Obrador ha elegido perfiles políticos, como en el caso de Lomelí. Eso lleva a pensar que los delegados estarán ahí para cobrar notoriedad y preparar sus próximas campañas. Sería una colocación desde el gobierno federal de alfiles en los estados.

Ya hay reacciones. Enrique Alfaro, antiguo aliado de López Obrador y gobernador electo de Jalisco, ha levantado la voz contra la figura de los delegados. Tendrá que lidiar con quien fue su rival en las elecciones, el mencionado Lomelí. En esa queja, Alfaro ha recibido el respaldo de sus aliados, como Raúl Padilla, el jefe político del grupo que controla la Universidad de Guadalajara.

En los sexenios anteriores, el exceso de los gobernadores de los estados llegó a niveles grotescos. Varios de ellos están en la cárcel, han sido sometidos a proceso o están prófugos. La figura del gobernador ha estado tan mancillada como la del presidente, o quizá más. Un presidente tan popular como López Obrador podría verse tentado a ejercer el poder en los estados, es lo que teme la oposición.

Es la manera en que hoy se manifiesta la historia del centralismo y el federalismo, que han estado ahí desde los inicios de México como Estado.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

AMLO y los límites de la democracia


López Obrador ha mostrado una tendencia a someter a consulta casi cualquier tema. Ha hablado de consultar sobre la despenalización del aborto, por ejemplo, y el matrimonio homosexual.
"Que se consulte" ha sido su lema. Y ya lo ha aplicado. El caso más reciente es de la cancelación del aeropuerto. Aun cuando ya había expresado su postura a favor de que ese proyecto, ya avanzado, se suspendiera definitivamente y se construyeran dos pistas en Santa Lucía, por una serie de argumentos, convocó a una consulta para tomar la decisión.
Independientemente de las razones a favor de Texcoco o de Santa Lucía, el ejercicio mismo de la consulta levantó polémica, pues no tuvo un marco jurídico, no lo organizó una instancia como el INE, no fue clara la metodología de instalación de casillas, fue claro que hubo deficiencias en el registro de los votos, etcétera.
Más allá de eso, se prefiguró una forma de exceso e incluso de abuso: el que participó en la consulta, que pretendió ser de alcance nacional, tenía dos opciones, Texcoco o la pista militar de Santa Lucía, aunque varios habitantes de los alrededores de este último lugar se oponen a la obra también.
Mucha gente que vive cerca de la base militar de Santa Lucía se opone a que ahí se construya el nuevo aeropuerto, así como mucha gente que vive cerca del proyecto de Texcoco se opuso durante años. ¿Valen más las razones de unos que de otros?
El que votó lo hizo pensando en la laguna Nabor Cariilo, en la gente de Texcoco, en el sobreprecio, en la corrupción, pero no en los habitantes de Santa Lucía. Ellos quedaron en la sombra. En el afán por impulsar la cancelación del nuevo aeropuerto y sustituirlo por nuevas pistas en la base militar, se terminó por ignorar a los posibles afectados del cambio.
La dicotomía "Texcoco o Santa Lucía" se impuso como única. Y la mayoría que participó terminó decidiendo.
Nos podemos preguntar si esto es legítimo. Si una decisión democrática, entendida de manera simple, es siempre la más legítima o la que debe seguirse. Es una versión simple de la democracia porque deja fuera los límites que tiene toda democracia, a menos que degenere en otra cosa.
La democracia, como decisión de la mayoría tiene, por ejemplo, el límite de los Derechos Humanos, que son de cada persona y también de grupos, que pueden ser minoritarios en una sociedad. Esos derechos, muchos de los cuales se consideran inalienables (es decir, que nunca se pierden), no pueden ser atropellados porque así lo decida una mayoría consultada.
Si entendemos, por ejemplo, que el llamado derecho a decidir de las mujeres es de este tipo, es absurdo que despenalizar el aborto se someta a consulta. Igualmente, si entendemos que los homosexuales deberían tener derecho a contraer matrimonio civil, carece de sentido que eso dependa de un procedimiento democrático.
La democracia, en suma, no puede estar por encima de derechos individuales (de cada mujer, por ejemplo) o de las minorías (étnicas, religiosas o de preferencia sexual, por mencionar algunas).
Así, la consulta sobre el "Tren Maya" o sobre la nueva refinería en Tabasco podrían significar atropellos si atentan contra derechos de grupos indígenas en la zona. Esos derechos no pueden ser denegados por una consulta, por más amplia que sea. En todo caso, los primeros (y quizá los únicos) que deberían ser consultados son los grupos indígenas que podrían verse afectados.
Más recientemente, López Obrador ha hablado de no perseguir a los corruptos de sexenios anteriores. Es su famoso "borrón y cuenta nueva". Esa afirmación revela una invasión de potestades. El titular del poder ejecutivo no es el que debería decidir si se persigue o no un delito. Si el presidente tuviera esa atribución, decir a quién perseguir y a quién no, o qué delitos castigar o cuáles no, difícilmente podríamos hablar de un estado de derecho.
El presidente electo, ante los que lo han criticado por sus declaraciones, ha aceptado que podría someter a consulta si se perseguirá o no a los "grandes corruptos", incluidos los expresidentes. Volvemos a lo mismo, la democracia tiene límites. Aquí serían las mismas leyes vigentes, que antes tendrían que ser modificadas, pero también el derecho a la justicia, que es parte de los Derechos Humanos.
La llamada "amnistía" que AMLO ha anunciado para los criminales podría atentar contra ese derecho, el del acceso a la justicia para las víctimas. Ninguna consulta o procedimiento democrático puede conculcarlo.
Más allá de esos derechos que la democracia no puede simplemente ignorar o atropellar, tenemos otro límite, el de los fines u objetivos de la democracia.
Desde la antigua Grecia se entiende que la democracia y cualquier régimen virtuoso, en términos de Aristóteles, tiene como fin el bien común. Un régimen que en apariencia sea democrático pero no vele por el bien común no sería en términos estrictos una democracia. Aristóteles le llama demagogia, una degeneración de lo democracia que no vela por el beneficio de los gobernados, sino, si acaso, de los gobernantes.
Un líder demagógico puede impulsar consultas con discursos engañosos y procedimientos tramposos y lograr que una mayoría vote a favor de decisiones que perjudican el bien común, el bien de los propios gobernados. La democracia habría sido utilizada en contra de sus propios fines y ya no sería democracia.
Los Derechos Humanos, las garantías individuales, el estado de derecho, las leyes vigentes, el bien común, son límites de una democracia sana, según la filosofía política de cuño liberal.
Al elevar las consultas como principal criterio en variedad de temas, López Obrador corre el riesgo de sobrepasar esos límites y deformar la democracia en otra cosa, una versión degenerada, en perjuicio de todo el conjunto social.

domingo, 7 de octubre de 2018

El nieto de Malcolm X y yo


Malcolm Shabazz era hijo de una hija de Malcolm X, nació el mismo día que yo, el 8 de octubre de 1984.
Vivió con su abuela. Pronto reveló tendencia peligrosas, de esquizofrenia y otros desórdenes mentales. Cuando tenía doce años le prendió fuego a su casa. Betty Shabazz, la viuda de Malcolm X, murió por las quemaduras. El niño fue recluido un tiempo en un centro de detención juvenil.
Ya en la adultez estuvo involucrado en robos y destrucción de propiedad privada. Fue a prisión en varias ocasiones. En 2010, siguiendo su fe musulmana, peregrinó a La Meca. Intentó establecerse en Medio Oriente. Vivió en Siria. Volvió a Estados Unidos. Se involucró en el activismo afroamericano.
En épocas de terrorismo fundamentalista y de la guerra civil en Siria, el hecho de que el nieto de Malcolm X pasara temporadas en aquella región del mundo probablemente provocó escozor en más de algún funcionario del gobierno estadounidense.
En febrero de 2013, mientras preparaba un viaje a Irán desde Middletown, Connecticut, fue detenido. En un pronunciamiento público, acusó a la CIA y el FBI. Según reveló, su intención de viajar a Irán era participar en un festival de cine en Teherán.
Temía que lo asesinaran. Escribió que, si la CIA quería deshacerse de él, no lo haría un agente de traje y corbata, sino quizá la policía local del lugar donde estuviera, manipulada o bajo las órdenes de la agencia de inteligencia.
En mayo de 2013, un par de meses después de ese arresto, Malcolm Shabazz viajó a México. En la capital, junto con un amigo, estuvo en un bar cercano a Plaza Garibaldi.
El mesero pretendió cobrarles una cuenta de 1200 dólares. Se quejó. Le dijeron que cada cerveza costaba 30 dólares (casi 400 pesos en ese momento). Le cobraban también el servicio de sonido, la propina y el asiento. Se negó a pagar. Le apuntaron con una pistola, lo sometieron y lo metieron a un cuarto.
A su amigo le robaron la cartera y el teléfono, pero logró escapar. En cambio, Malcolm Shabazz fue golpeado por varias personas, cinco o seis. Era el 10 de mayo, Día de las Madres. Lo recogió una ambulancia. Fue trasladado a un hospital, pero no sobrevivió. La autopsia reveló que lo habían molido a golpes en la cabeza y el abdomen con un tubo u un bate.
Su cadáver fue entregado después de cuatro días a la embajada de Estados Unidos. La prensa determinó que su caso era uno más de jóvenes golpeados por no querer pagar la cuenta en los bares del centro. Unas mujeres habían atraído a él y a su amigo, los habían inducido a gastar y, ante la negativa de pago, recibieron una golpiza. Sólo que ahora "se les pasó la mano".
Malcolm Shabazz tenía 28 años.
Así terminó la vida de uno de los descendientes de Malcolm X.

sábado, 22 de septiembre de 2018

La rebelión de Miguel Hidalgo y nosotros


En 1808 Napoleón ha ocupado oficialmente España, ha obligado a Carlos IV y a su hijo Fernando VII a abdicar y los ha hecho prisioneros. En su lugar, ha impuesto a su hermano mayor, que es coronado como José I Bonaparte.

En Nueva España se desata una crisis. Los criollos ilustrados, que dominan los ayuntamientos, proponen que, en ausencia del rey (pues nunca reconocerán al usurpador francés), el pueblo debe retomar la soberanía, representado por las autoridades de los cabildos. Los peninsulares opinan que la Real Audiencia (que controlan) junto con el virrey resguarden la autoridad de Fernando VII.

El virrey José de Iturrigaray parece vacilar. Y el 15 de septiembre de 1808 los peninsulares lo derrocan. Colocan en su lugar a Pedro de Garibay, que gobernará sólo con la Real Audiencia. Los criollos han sido ignorados y reprimidos. Muchos de ellos, cancelada la vía institucional, se convencerán de que sólo con las armas vendrán los cambios.

Hacen conjuras, se descubre una en Valladolid, hoy Morelia. Se descubre otra en Querétaro. Y con la premura de la persecución, Miguel Hidalgo, que la dirigía, llama a las masas a la rebelión, exactamente dos años después del golpe contra Iturrigaray.

Hidalgo es un líder carismático, lo sigue la masa de indígenas y miembros de las castas. Es un sacerdote, hay un componente religioso y milenarista en su liderazgo. Son los buenos, los oprimidos, contra los malos, los gachupines. La Virgen de Guadalupe es el símbolo de la revolución.

Los criollos no querían eso. Siendo una clase ilustrada, sentían que merecían más frente a los peninsulares. Pero nunca pensaron en la plebe, las mayorías de indígenas y mestizos. La situación los ha obligado a convocarlos. Son una clase media que ha tenido que buscar apoyo en los sectores populares. Hidalgo es el contacto.

Pero las masas son indomables. Muchos criollos se horrorizan. Ignacio Allende, un militar, es incapaz de imponer la disciplina. Se distancia de Hidalgo, que elimina la distinción de castas, restituye las tierras a los indígenas y declara abolida la esclavitud. Parece que ha pasado al bando de la plebe.

La revolución se radicaliza. Los peninsulares, el alto clero, los propietarios de las minas, los grandes hacendados, todos hacen grupo con las tropas virreinales, hacen donativos, condenan al cura rebelde, apunta con terror contra la masa de indios.

Muchos criollos que en principio simpatizaban con los cambios, se echan para atrás. No es la revolución que esperaban. Sienten que se ha desbordado el río, que las cosas se han salido de control. Se hacen conservadores.

Después de un camino de victorias, Hidalgo decide no marchar sobre la capital, retrocede, se reagrupa en Valladolid, es recibido con gloria en Guadalajara, donde José Torres ha tomado la ciudad en nombre de la independencia.

Pero cambian las cosas, la indiada de Hidalgo es derrotada en Puente de Calderón. Allende rompe con el líder. Poco después serán capturados, juzgados y ejecutados. La Guerra de Independencia será continuada por Morelos y por otros. Se prolongará una década.

Hay lecciones. Una de ellas es que la clase media suele ser la que, por tener más formación y más ideas, inicia los movimientos. Así fue en la Independencia, pero también en la Reforma con Juárez. Y en la Revolución, con Madero.

Pero las ideas no bastan. Y la clase media no es muy numerosa. La dinámica histórica la obliga a llamar en su ayuda a las masas, las enciende, las inflama, despierta en ellas el ánimo de levantarse, enciende la chispa del descontento, las vejaciones, las humillaciones.

Pero una vez que las masas se alzan, siempre se salen del control de la clase media. La revolución cambia de protagonista. Y los miembros de la clase media tienen que unirse a la rebelión popular o terminar por combatirla. Los criollos dieron paso a los indios. Madero dio paso a Zapata y a Villa.

Así, en 2012 el #Yosoy132 empezó entre la clase media juvenil y universitaria. Pero pronto movimientos populares se sumaron. La CNTE, los macheteros de Atenco y el SME participaron. Muchos de los dirigentes del movimiento surgido en la Universidad Iberoamericana pintaron su raya. Otros se radicalizaron. El movimiento se partió.

Así también Pedro Kumamoto. Su llamado a la "sociedad civil" no distingue entre clases. Uniforma a todos, clase media y clase popular, como si fueran un solo grupo frente a la "clase política". Evade la división social, con el objetivo de tener el apoyo de todos. Pero para unos parece muy radical y para otros muy moderado. Se queda en medio, indefinido, tibio. No se atreve a levantar causas del sector de los trabajadores. Y tampoco rompe formalmente con las masas.

La clase media, que igualmente detonó la revolución en Francia, como la detonó en Rusia, pronto pasa a segundo término, cuando el pueblo bajo toma en sus manos la transformación. Esa clase media se fragmenta rápidamente. Unos se dejan llevar y otros no.

Porque en la historia no hay medias tintas. O se es radical o se es reaccionario. Y cuando toca la hora de los cambios, hay que escoger irremediablemente un camino.

sábado, 15 de septiembre de 2018

El espectro y el espíritu en las fiestas patrias


En el Grito tenemos el doble retorno, el de los espectros y el de un espíritu.
El del espectro es el del poder, que conjura a los rebeldes para legitimarse. El presidente los nombra, los aprovecha, los refiere, para encabezar un rito de Estado que pretende reforzar la unidad de la nación que gobierna. Se trata de un regreso cíclico y vacío de los muertos, que forma parte de una liturgia política que consolida el régimen. Se trata de hacer rondar a los espectros de la revolución de Independencia como mero adorno de la estructura de poder.
Pero ese retorno espectral irremediablemente evoca un espíritu, lo sugiere, lo hace presentir. Es el espíritu de la rebeldía, de la actitud progresista y revolucionaria que llevó al padre Hidalgo a rebelarse contra la autoridad virreinal, que inspiró a Morelos, a Aldama, Allende, Matamoros, Leona Vicario, a Josefa Ortiz, a Javier Mina.
Si ese espíritu algún día prende en la masa, en lugar de servir de eco de los poderosos, alzará el grito contra ellos y los derribará.
El espectro regresa en la fiesta organizada por el poder y para el poder vigente. Es el oropel, el ornato, el aprovechamiento del pasado y de la historia para fundamentar la hegemonía, el statu quo, la autoridad de lo que ostentan los cargos, hace venerable al Estado, las instituciones, el gobierno. Es la fiesta que meramente reinicia el dominio.
El espíritu no regresa tan fácil, pero está latente. Y la fiesta del poder, que pretende aprovecharse espectralmente de la memoria, es el mismo momento en que el espíritu se insinúa, se presiente, peligrosamente.
El mismo instante de fiesta que sirve para afianzar el estado de cosas podría ser el del resurgimiento del espíritu, que tiraría abajo toda la estructura, en una auténtica revolución, no una pantomima de la misma.
En esa dialéctica del retorno, que tiene que ver con lo sagrado, lo político y lo estético, se juega la conservación o la transformación de la realidad.
Lo normal que el instante de lo anormal, la fiesta, esté ritualizado, reproducido, controlado, aprovechado, organizado, que el relajo, el desorden, lo extraordinario, permanezcan en el marco de las instituciones, de lo político, del Estado y el mercado, como mera repetición inocua, teatral, de la revolución y del cambio radical.
Pero el espíritu podría romper esas formas, retornar auténticamente, convertir la fiesta del poder en una nueva revolución, que irrumpa otra vez, como en el origen, un retorno verdadero de lo que por ahora es sólo rememorado.
Por eso el espectro es siniestro, porque, incluso involuntariamente, hace que se presienta el espíritu que vendría a destruirlo todo y a fundar un nuevo régimen. Es el guiño de lo que debía permanecer oculto, pero se revela.
El espectro puede él mismo abrir el resquicio para que regrese el espíritu.

domingo, 9 de septiembre de 2018

La escalera





Luchó en Vietnam. Después de la guerra había vivido en Alemania con su primera esposa. Tuvo dos hijos. Un vecino suyo también era militar, estaba casado y tenía dos hijas. Los matrimonios hicieron amistad.

En 1983, la revolución socialista llegó a la isla de Granada. Fuerzas cubanas, con asesoría china y soviética, tomaron el poder. Estados Unidos intervino, su vecino fue llamado a combate. Falleció. Sus hijas quedaron con su madre, que poco después murió también, de un derrame cerebral y una caída.

Al ver la desgracia de sus vecinos y amigos, decidió adoptar a las niñas, eran bebés. Se mudó a Estados Unidos. Se divorció, con sus dos hijos biológicos y sus dos hijas adoptivas se juntó con otra mujer, que tenía una hija. Se convirtió en novelista, logró cierta fama, buscó ser alcalde de su ciudad, no lo logró. Llegó a la madurez.

Con su segunda mujer habitaba en una casa grande, con piscina y jardines. Una noche después de unas copas y una charla en la terraza descubrió a su mujer al pie de las escaleras, en un charco de sangre. Llamó a emergencias, pero no pudieron salvarla. Murió desangrada. Él lo atribuyó a una caída. La policía lo acusó de homicidio.

Su matrimonio parecía perfecto, pero en el curso de las investigaciones saldría a la luz un aspecto oculto de su personalidad. Era bisexual. Fantaseaba con militares gais. Tenía encuentros sexuales, contrataba acompañantes. La fiscalía utilizó eso en el juicio para demostrar que su matrimonio no era perfecto y que pudo haber un motivo para que matara a su esposa. La prensa se volvió loca.

Se trajo a cuento que aquella amiga suya, que había perdido a su esposo en batalla, había muerto de una caída y que su cuerpo había sido también descubierto en una escalera, con el cuello roto. Habían pasado dieciocho años, pero la coincidencia levantó sospechas. Desenterraron el cadáver, le hicieron otra autopsia, dijeron que había sido homicidio. Lo señalaron como probable responsable.

Se dijo que había mentido en sus antecedentes militares. En sus novelas y en sus discursos políticos había escrito y dicho que lo habían herido en batalla. No era verdad, fue sólo un accidente de Jeep.

Bisexual, mentiroso, con una amiga muerta, los acusadores lo habían pintado como un potencial asesino.

Las heridas de su segunda mujer eran inexplicables, no concordaban con una caída. Tenía cortes, la sangre era abundante, se reforzó la hipótesis de una golpiza.

Lo condenaron a cadena perpetua. Apeló, lo rechazaron.

Tenía ya varios años en la cárcel cuando surgió una nueva hipótesis: a su esposa la había atacado un búho. Muchos se burlaron, pero los forenses hallaron restos de plumas en el cadáver. Las heridas, que parecían inexplicables, ahora tenían una causa. Ella había muerto por las garras de un ave rapaz, se había golpeado además en la escalera y se había desangrado.

Lo liberaron después de catorce años.

La justicia necesita resolver cada muerte humana. O su mujer se había caído o él la había matado. La defensa se esforzó, con peritos, animaciones y argumentos, en mostrar que se había golpeado en un accidente. La fiscalía, con forenses, expertos y explicaciones, intentó demostrar que se había tratado de un ataque con un atizador de chimenea. Fueron meses y meses de alegatos. Ni unos ni otros tenían la verdad. El jurado tuvo que decidir entre dos opciones. Y votó por la condena.

Contra el aparato del derecho y de las instituciones humanas, la causa había sido salvaje, como salvaje es la naturaleza: en la noche un ave rapaz había confundido la cabellera de una mujer con una presa. Le hizo cortes profundos. Si ella luchó, el búho terminó por destrozarle el cuero cabelludo. La dejó desangrándose y alzó el vuelo a seguir cazando roedores.

En otras épocas una muerte humana era como una muerte en el medio salvaje. No había que culpar a nadie, ni a nadie había que juzgar. Y tampoco era posible. Pero esto es la modernidad, es América, y toda muerte debe quedar esclarecida y juzgada. La justicia tiene que dar un veredicto, el que sea.

Se trata de vigilar y castigar.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Federici y el tardocapitalismo


El esquema básico de Silvia Federici consiste en una complementación del análisis marxista, que incluye a la mujer y su papel en el capitalismo.
Su trabajo se ha centrado en el tránsito de la sociedad feudal a la sociedad moderna. El elemento que ella destaca es que la mujer ha tenido que ser modelada en su rol para funcionar en el sistema capitalista. Ese rol ha sido eminentemente doméstico. La mujer, como apéndice del varón, se encarga de atenderlo mientras él es explotado en los centros de trabajo.
Si el burgués ejerce un dominio sobre la clase trabajadora, cada varón trabajador, por su parte, ejerce un dominio dentro de la casa sobre la mujer y también sobre los hijos. Para llegar a eso, la mujer, que, según Federici, gozaba de una relativa mayor autonomía o al menos de un papel diferente en la sociedad feudal, ha sido sometida , ha puesto su cuerpo al servicio del "jefe de la casa", ha tenido que estar dispuesta para satisfacerlo sexualmente, para darle hijos, para limpiar, cocinar, para reconfortarlo y arroparlo.
La caza de brujas sería el proceso y el símbolo por el que la mujer fue reconstituida para funcionar en la sociedad urbana de la modernidad.
El triunfo de la sociedad moderna se ha pagado con el sometimiento del trabajador al capitalista, y de la mujer al sistema entero, que está también dentro de lo privado, en la misma alcoba. El salario viene a ser el hilo conductor. El capitalista se lo paga al obrero y éste con él obtiene un poder derivado, pues la mujer y los hijos estarán en situación de dependencia económica y, por tanto, bajo su yugo.
Este esquema de familia, que además estaría consagrado por esquemas religiosos y morales, ha sido, no obstante, minado por el desarrollo mismo del capitalismo.
En el siglo XX, las guerras mundiales fueron el punto de quiebre en Europa y Norteamérica, pues las mujeres debieron sustituir a los varones en todos los ramos de producción y en especial el bélico. La máquina destructiva capitalista sacó de los hogares a las mujeres y las puso a producir balas y fusiles por millones, mientras los hombres estaban en el frente luchando batallas de potencias imperialistas.
La familia tradicional del capitalismo temprano comenzó a resquebrajarse. El feminismo, que en su origen fue socialista, también reflejó, desde el liberalismo, la autonomía en principio forzada por las condiciones que adquirió la mujer. La precarización de los salarios, la necesidad de producir más y más y también de consumir aceleradamente, prepararon el terreno para la "liberación" femenina. Una liberación que convenía al sistema.
La mujer ahora debía ser capaz de sumarse a la producción de mercancías en los centros de trabajo, debía tener un salario y debía ser capaz también de consumir, incluso productos que antes estaban reservados para los varones. El caso del cigarrillo es paradigmático. La mujer "libre" podía ahora ganar dinero y podía comprarse una cajetilla, o quizá dos, y fumar con desenfado. Ésa era ahora la mujer "moderna", lejos de su papel tradicional.
Se trataba de un "feminismo" burgués, que se acompasaba a una nueva fase del capitalismo y la sociedad postindustrial de masas.
Eso, que comenzó en Primer Mundo, ha ido llegando al resto de los países. Los resabios tradicionales, con sus dictados y esquemas de matrimonio y de familia, se han visto superados, ya no tienen base material que los sostenga, han quedado en el aire, vacíos. El capitalismo tardío reclama a la mujer ya no sólo para empleos manuales o secundarios, sino también, con el desarrollo tecnológico, administrativo y científico, en puestos de formación universitaria. La mujer debe estar ahí también para los puestos directivos, y el feminismo afín así lo exige.
Y así como la misma dinámica de mercantilización alimentó y aprovechó la liberación sexual de los años 60, pues hizo del cuerpo femenino y del sexo una vía de lucro, en contra de los retenes morales tradicionales, así la liberación de la mujer del ámbito doméstico ha servido para mercantilizar su mano de obra, su trabajo intelectual y todo lo que pueda darle al sistema de producción.
Esto, que parece, por un lado, un fortalecimiento del capitalismo, es, por otro lado, un avance, sin duda. En el pensamiento dialéctico no hay blanco y negro, opuestos, sino síntesis, y si el capitalismo ha logrado, con su desarrollo, por fin manifestarse en su máxima expresión, rompiendo los mismos marcos que necesitó para implantarse en un inicio, eso puede ser señal de que la hora de un cambio radical se acerca o de que las condiciones para una superación del capitalismo en su conjunto están ahora más maduras.
Decía Lenin que los burgueses eran capaces de vender la soga con la que serían ahorcados. El capitalismo en su desenvolvimiento histórico liquida las barreras y fertiliza el terreno para la sociedad del porvenir que ha de reemplazarlo. Eso y no otra cosa es el entendimiento dialéctico de la historia.

Evangelion y la filosofía


El anime "Evangelion" se basa en una novela de Arthur C. Clarke, "El fin de la infancia", que narra la llegada a la Tierra de seres alienígenas con forma de demonios.
Después de inútiles esfuerzos de resistencia, la humanidad se somete a los ocupantes, que no son destructivos, pero sí imponen una política genética, reproductiva y educativa que produce un nuevo tipo de seres humanos.
Los alienígenas son sólo ingenieros al servicio de una entidad todopoderosa y lejana, una especie de planeta con vida e inteligencia superior. El gran proyecto es diluir la individualidad en una unidad cósmica. La humanidad, compuesta por millones de individuos, es convertida poco a poco en un solo ser que se uniría a aquella entidad supraindividual. Es lo que se produciría en Evangelion cuando alguno de los "ángeles" lograra llegar con "Lilith", oculta y resguardada bajo tierra.
A esa disolución de todos los individuos humanos en una unidad superior se le conoce en el manga y en el anime como "Proyecto de Complementación Humana".
Las raíces de la trama están en la mística, esa tradición que se puede reconocer en varias religiones y cuyo fondo es, precisamente, la idea de que el objetivo del ser humano es reunirse con la divinidad, reintegrarse con Dios, superar la cárcel del cuerpo para que el alma individual se una con algo superior, en un encuentro anhelado, con alto contenido erótico. Se puede rastrear esta idea, por ejemplo, en los neoplatónicos antiguos y en los florentinos.
La religión hindú tiene esa base, pues por debajo de esa enorme pluralidad de dioses está el Brahmán, que es el todo detrás de la apariencia de los individuos. El velo de Maia es esa apariencia, que puede y debe descorrerse para intuir la unidad primordial.
Más próximo en el tiempo está Schopenhauer, cuya idea de una "voluntad" detrás del mundo de la representación, recupera la tradición hindú y la convierte en sistema filosófico. La vida sólo sería un sueño sometido al principio de individuación, que se terminaría con la muerte, el regreso a la unidad.
De esto hay ecos en Freud que con la dupla del eros y el tánatos sugiere que, más allá del individuo está el deseo de unirse con otro ser, el amor, o el deseo de regresar al estado de materia inerte, la muerte. Ambos tienden a superar los límites del individuo.
Hay un filósofo grato a Borges, Philipp Mainländer, quien desarrolló un pensamiento basado en que dios se habría destruido o fragmentado y que cada hombre y cada trozo de la realidad sería uno de los fragmentos, la historia sería el esfuerzo divino de reunificación. Mainländer, que promovió la virginidad, terminó suicidándose.
Sospechar que detrás de la apariencia múltiple esté la unidad es, como escribió Schopenhauer, el síntoma de que se tiene un alma filosófica. Es lo que justamente buscaron los primeros filósofos, el principio o arjé de todas las cosas, el uno que explicaría el todo plural.

domingo, 8 de julio de 2018

AMLO y el Estado Mayor Presidencial

En Roma existió, para protección de los políticos, un cuerpo especial militar, la guardia pretoriana. Estaba compuesta por soldados de élite, que recibían una mayor paga y beneficios. Sus miembros eran adinerados y poderosos.
La guardia pretoriana se convirtió en una fuerza corrupta, que, con dinero y promesas, era capaz incluso de asesinar al emperador. Cualquiera que deseara mantenerse en el poder tenía que asegurarse su favor. No se podía gobernar sin ella.
Calígula, por ejemplo, fue asesinado por la guardia, que así como depuso también impuso gobernantes. Los pretorianos cometían con frecuencia abusos de poder, matanzas, se enfrentaban con la gente, traicionaban, intrigaban, tenían sus propios intereses.
Cualquier déspota ha tenido siempre la necesidad de un cuerpo especial de protección, que lo proteja de la misma gente a la que gobierna y de sus enemigos políticos. Por eso los escoltas, cuerpos de élite, los "guaruras" han sido relacionados recurrentemente con los regímenes autoritarios. Y también con los cuartelazos, los golpes de Estado.
Eso quizá ronda en la mente de López Obrador. El Estado Mayor Presidencial no es más que una guardia pretoriana moderna, que tiene la función nominal de proteger la seguridad del presidente y su familia. Iturbide tuvo un cuerpo de seguridad especial, como lo tuvieron Santa Anna, Maximiliano, Porfirio Díaz.
En la historia de México hay gran cantidad de ejemplos de insurrección militar y asonadas de los que se supone deberían proteger al presidente.
Así, por ejemplo, aquí en Guadalajara Benito Juárez casi fue asesinado en el Palacio Municipal por un grupo de amotinados. Es famosa la actitud de Juárez, que mostró el pecho para recibir las balas, y también la de Guillermo Prieto, que pronunció su famosa frase "Los valientes no asesinan".
Otro personaje admirado por López Obrador es Francisco I. Madero. Estando en funciones como presidente después del derrocamiento de Díaz, el "apóstol de la Revolución" fue traicionado por Victoriano Huerta, el jefe de las fuerzas federales.
El general primero se deshizo de Gustavo Madero, quien ya lo había identificado como un traidor. Lo entregó a la soldadesca, que le sacó un ojo con bayonetas y lo torturó de manera espantosa.
Luego traicionó al presidente, con el apoyo de la embajada norteamericana, lo apresó y, en medio de engaños, lo mandó matar manera cobarde, junto con el vicepresidente José María Pino Suárez.
Si se quiere citar un ejemplo extranjero, tenemos el caso de Salvador Allende, el presidente de Chile que fue derrocado el 11 de septiembre de 1973 por Augusto Pinochet, el que, como comandante del ejército, debía protegerlo.
Pinochet, también con el apoyo de Estados Unidos, bombardeó el palacio de La Moneda, acorraló a Allende, que decidió terminar su vida. Así se inauguró un régimen dictatorial con rasgos fascistas y alineado con Washington. Eso pasó en varios países de América Latina.
Los militares, desde la época de la guardia pretoriana, siempre han jugado un doble papel, tienen las armas, la fuerza, y la pueden utilizar hacia uno u otro lado. Un presidente que deposite demasiado su poder en los militares podrá parecer muy protegido, pero también cuelga sobre él la espada de Damocles.
El Estado Mayor Presidencial podrá parecer, en un primer momento, un cuerpo para la seguridad presidencial. Lo es. Pero para un político con el bagaje histórico y la ideología de López Obrador, también es una presencia permanente de la milicia en el poder civil.
Por eso, quizá, el próximo presidente ha adelantado que no utilizará ese cuerpo militar. Lo que no significa que no vaya a tener protección de algún tipo. Optará por un apoyo civil, tal vez recupere lo de las "Gacelas", el grupo femenino y civil que se encargaba de resguardarlo cuando era jefe de gobierno del Distrito Federal.
Aunque parezca una cuestión de forma, un gesto, lo de prescindir del Estado Mayor también puede ser una manera de prevención, siendo, como es, un político que, como Juárez o Madero, resulta un peligro para los sectores conservadores de México.

jueves, 28 de junio de 2018

AMLO, la retórica y la dialéctica


Fue Aristóteles el que distinguió entre la retórica y la dialéctica. Llamó a la primera "antístrofa" de la segunda, es decir, su opuesta, pero en una oposición que hace contrapunto, que complementa.
La dialéctica es más del diálogo, de uno a uno, es propia del debate. Una de sus herramientas es la erística, el arte de combatir discursivamente.
La retórica, en cambio, es el arte del discurso. Aristóteles la dividió en tres tipos: epidíctica, la deliberativa o política y la forense o judicial.
La primera trata sobre el presente y se dedica a alabar o vituperar algo o a alguien. Es más estética, más poética. La segunda trata sobre el futuro y se trata de convencer al auditorio sobre hacer o no hacer algo en el ámbito público. Es la de los políticos. La tercera versa sobre el pasado, sirve para demostrar si algo pasó o no. Es la de los juristas.
La oratoria es la práctica de la retórica, que es más bien un ámbito teórico. Puede haber muy buenos retóricos, pero que no sean buenos oradores. Y puede haber muy buenos oradores, de talento innato, que no sepan mucho de retórica.
López Obrador es un político, lo suyo es la retórica deliberativa. Y en él se hace patente la diferencia entre retórica y dialéctica. Él no es tanto un retórico como un orador. Y el ámbito práctico que cultiva es el discurso público frente a las multitudes, el mitin.
Y no es bueno en la dialéctica. Eso se vio en los debates. No está hecho para el intercambio rápido de ideas, a preguntas expresas y directas, a cuestionamientos. No domina la erística, la esgrima verbal. Lo suyo es más el soliloquio frente a la masa que escucha y vitorea.
Es una cuestión cultural. La dialéctica, la erística y el debate tienen más tradición en el ámbito anglosajón. En Estados Unidos y en el Reino Unido el sistema escolar incluye los concursos de debate. Hay quien liga eso con el fortalecimiento de la democracia. Aquí en México, a partir de la apertura de los años noventa, los debates se han ido incluyendo en la formación académica, pero sobre todo en la educación privada influida por el sistema anglosajón.
En cambio, en América Latina tienen más peso la retórica y la oratoria. El tipo de líderes latinoamericanos, que suelen ser carismáticos y "populistas", en el sentido de que arrastran a las masas, conectan con ellas y se vuelven sus líderes o caudillos, es más de la tradición latina de los grandes oradores.
Si aquí no ha habido muchos concursos de debate, en cambio sí los ha habido de oratoria. El PRI fue el gran impulsor de este tipo de discurso. Los presidentes del antiguo régimen tricolor eran todos muy buenos oradores, no tanto buenos dialécticos.
La dialéctica requiere de interlocutores. Los debates que organiza el INE son dialécticos, aunque políticos como López Obrador actúen en ellos como retóricos, aprovechando su tiempo no tanto para responder preguntas como para pronunciar un discurso.
Los cambios en México, su aproximación a Estados Unidos, su aculturación incluso, exigen líderes dialécticos y no ya tanto oradores. Anaya, por ejemplo, es un buen dialéctico, pero no convence como orador. Él es de una generación de políticos nuevos y de cierto sector que se desempeñan mejor en ambientes cerrados y de uno a uno. No tanto frente a miles de personas desde un templete, en la calle, en el quiosco.
López Obrador es un político latinoamericano y mexicano más tradicional. Cuando habla frente a miles no se nota. Le sale natural. Ahí reside su carisma, su popularidad.
Y también ahí residen los resquemores que genera. Las élites "modernizadoras" lo ven como una amenaza, como un espectro, como algo siniestro, que viene de un país que pretendían haber sepultado. Lo llaman "populista", "mesías", dictador en potencia. No, es sólo que es un orador, un político de masas, de tipo latino no un dialéctico de corte anglosajón.
No quiere decir que no sea demócrata. Más bien habría que hablar de tipos de democracia. La democracia anglosajona es la de los individuos, no la de las multitudes. Las élites aculturadas de México quisieran una democracia anglosajona, no una democracia de tipo latino. Quieren políticos en mesas de debate, no en plazas públicas.
El triunfo de AMLO es el triunfo de la retórica y la derrota de la dialéctica. El triunfo del tipo de democracia latinoamericana y la derrota del tipo de democracia anglosajona. Ciertamente es un triunfo del pasado, pero sobre un presente dominado por el norte.
La democracia de multitudes con líderes carismáticos espanta a las élites. Y las espanta porque en esa democracia ven la ruptura del líder carismático que tiene detrás a las masas. Ellos quisieran lidiar con líderes en corto, con los que pudieran dialogar y a los que pudieran controlar. El orador les resulta temible, el dialéctico les resulta maleable.

lunes, 18 de junio de 2018

El grito de "¡Puto!" y el aficionado mexicano


Un problema con la selección mexicana de fútbol es que los aficionados suelen gritar "¡Puto!" cada que el portero rival hace un despeje.
La FIFA, que como organización mundial está comprometida con el combate a cualquier forma de discriminación, ha estado aplicando multas a la Federación Mexicana, que ha intentado concientizar a la gente para que no siga incurriendo en esa expresión considerada homofóbica.
Pero la gente no responde. En el partido contra Alemania en Moscú cientos o miles de mexicanos emitieron el insulto contra Manuel Neuer, el portero alemán. La FIFA ha aplicado una multa de 500 mil dólares contra la Femexfut.
Por principio de cuentas, hay que decir que lo que hace la FIFA es pasarle la bolita a la federación mexicana. Como su intención es desterrar de los estadios las expresiones discriminatorias, responde con las sanciones económicas dirigidas contra las federaciones asociadas, que serían las responsables.
Pero la federación mexicana no es responsable de lo que griten los aficionados mexicanos. Ella no los educa, no los forma, no los puede corregir. Las multas que le aplica la FIFA no afectan a la gente que grita. El que asiste a un estadio y le dice "puto" al portero no pierde un solo centavo. La prohibición, además, aúpa a muchos a gritar, como una forma más de diversión y desahogo. Es parte de la fiesta romper las normas. Y esta es sólo una más de las reglas que se pueden romper en masa.
Por otro lado, la FIFA actúa con hipocresía. Si de verdad estuviera comprometida en el combate a toda forma de discriminación, en especial contra la comunidad LGBTI, hubiera tenido que considerar mejor las candidaturas mundialistas de países como Rusia y Catar.
Vladímir Putin, a despecho de sus seguidores izquierdistas en América Latina, es más bien un político conservador que ha impulsado leyes que contravienen los derechos de expresión de la comunidad homosexual. El ejemplo más reciente es una ley de 2013 que sanciona con multas y cárcel la "propaganda homosexual" que pudiera "afectar" a los menores de edad.
En Catar, que será sede del campeonato mundial de 2022, la homosexualidad está penada con la cárcel. El sexo anal o la incitación al sexo anal está prohibido explícitamente. Esto es un consecuencia de la aplicación de la ley islámica (Sharía) en el país arábigo.
En México la homofobia es fuerte a nivel social, aunque a nivel legal no está tan asentada como en Rusia o en Catar. La expresión de "¡Puto!" en el mundial se puede juzgar como homofóbica a nivel verbal y refleja la existencia de expresiones homofóbicas a nivel del habla cotidiana.
Si ni la FIFA ni la federación mexicana han podido eliminar el grito es porque el aficionado mexicano no va al estadio precisamente a seguir las normas. Y menos en partidos de la selección mexicana que se juegan en el extranjero. En Rusia los mexicanos están de fiesta permanente y lo que menos van a a hacer es seguir lineamientos. De hecho, se trata de un momento para no seguir ninguno, según su perspectiva.
El mexicano mundialista está en una fase de destrampe y desfogue. Es algo característico. Juega el papel de desenfadado y desmadroso, borracho e inconsciente, se masifica, se estupidiza, manifiesta sin rubor todas sus tendencias latentes, agresivas, eróticas, machistas, nacionalistas. Se comporta según un modelo que asume y reproduce, no sólo porque está de fiesta, sino porque se siente como representante de la "mexicanidad" en el exterior.
Prohibirle cualquier cosa en un estadio o fuera de él carece de sentido. Si además las multas no le afectan, todo es vano. La FIFA seguirá sancionando a la Femexfut porque así demuestra que hace algo. Pero la Femexfut no tiene la capacidad ni manera alguna de resolver el asunto.

sábado, 9 de junio de 2018

Donald Trump y la estructura centro-periferia


Aunque aquí a Trump se le pinta como a un malvado, él se ve a sí mismo como un justiciero que combate el mal.
En su ideología, el mal viene de fuera, particularmente del sur. Y no es difícil entender el porqué de esa impresión. Los carteles mexicanos han inundado de drogas las ciudades norteamericanas. Es su gran negocio. Y junto con las drogas hay pandillas, hay robos, hay adicciones, hay homicidios, hay violencia. En gran medida, Donald Trump, como fenómeno político, es un efecto del narcotráfico y la migración ilegal mexicana hacia Estados Unidos.
El muro es un símbolo contra esa actividad delictiva. Se trata de defenderse de los malos, de evitarles el paso, de mantener a raya el peligro. Si Estados Unidos es una casa, Trump es el granjero que vigila desde el porche con rifle en mano.
El narco tiene como base una diametralmente distinta realidad: la de Estados Unidos, el país más poderoso y con la economía más grande del mundo, y la de México, su vecino, un país de tercer mundo con más de 50 millones de pobres. Los carteles florecen en las condiciones sociales complicadas de México y con el mercado norteamericano a un lado, tan grande. Ahí también consiguen fácilmente las armas. Esto ha provocado que el Estado mexicano no sea capaz de combatir a los grupos armados.
El problema entonces no es sólo de "afuera", como lo retrata la ideología de Trump, es de adentro también y, más allá de esos adentros y afueras, se trata de un problema de la relación entre una superpotencia, el centro, y la periferia. Esta estructura centro-periferia es la base explicativa de fenómenos como el narcotráfico y sus derivados.
Trump es el presidente de la potencia del centro que ve como amenaza a la periferia. Ésa esa una diferencia con otras épocas, en las que el centro veía a la periferia como un lugar a colonizar, no como un lugar del cual protegerse. Las potencias del centro nunca se han preocupado en que la periferia se desarrolle, sino más bien en explotarlas, regirlas, controlarlas. El desarrollo desigual, como se ha sugerido, ha estancado a millones en la pobreza y ha presentado la migración al centro o el tráfico de sustancias ilegales hacia ese centro como una oportunidad para salir de las duras condiciones periféricas.
Vemos algo parecido en Europa, el centro de la civilización occidental. Las derechas allá quieren también cerrar sus países, frente a las amenazas que vienen de fuera, en especial de Medio Oriente. Esas derechas parecen olvidar que los problemas de Medio Oriente en gran medida son causa del intervencionismo, el imperialismo y el colonialismo europeos. Siria e Irak fueron una creación británica y francesa. Arabia Saudita se fundó con apoyo inglés. La división de Israel y Palestina fue una ocurrencia occidental.
Todo muro es inútil. La población periférica se mueve al centro. Las mercancías ilegales también. Se necesita mover la riqueza desde el centro hacia la periferia de cualquier manera. Trump esto lo ve como una injusticia contra su país, ignorando que durante siglos ha sido al revés: los centros han explotado la riqueza de la periferia, con el imperialismo y el colonialismo.
Trump ve como una amenaza maligna lo que sólo es el efecto de una condición estructural global, la del centro-periferia. Él no es un paladín del bien y la justicia, es más bien un Quijote que trata de combatir monstruos donde sólo hay una dinámica sistémica.
Trump no es malo, sólo es un ignorante, de lo que es y ha sido su país globalmente, de lo que es y ha sido México y el Tercer Mundo, de las causas y los efectos, de cómo funcionan las cosas.
El problema es que está en el poder, que millones lo pusieron ahí, arrastrados por un discurso mistificado y falso. La izquierda, que suele tener el discurso objetivo y exacto, fue vencida otra vez por los prejuicios y los arrebatos, las emociones y los rencores. Es la historia de las democracias de la modernidad.

martes, 15 de mayo de 2018

El movimiento "Incel" y el feminismo


Hace 4 años, el 23 de mayo de 2014, en Isla Vista, California, un joven de 22 año llamado Elliot Rodger, estudiante de la Universidad de California en Santa Bárbara, apuñaló a tres de sus compañeros de fraternidad.
Se subió después a su BMW y grabó un video, en el que anunció sus intenciones de atacar a más personas, debido al odio que sentía porque las mujeres lo rechazaban. Quería dañar a las mujeres por no corresponderlo y a los varones sexualmente activos, por lograr lo que él no podía.
Después disparó, acuchilló y atropelló a la gente que se encontró en su camino. Mató en total a 6 personas y después, rodeado por la policía, se suicidó.
Antes de sus ataques, Rodger envió un correo electrónico con un manifiesto, en el resumió sus ideas sobre el odio a las mujeres y a los varones que tienen sexo.
Hace tres semanas, en Toronto, Canadá, un joven de 25 años llamado Alek Minassian subió a una camioneta y atropelló a la gente que pudo encontrar en el distrito de negocios de North York. Mató a 10 personas e hirió a 16.
Antes de perpetrar el ataque, Minassian había difundido en Facebook un mensaje que llamaba a la rebelión "Incel" (abreviatura de "involuntarily celibate", es decir, "celibato involuntario"). Nombraba a Elliot Rodger como su héroe e inspiración.
El movimiento "Incel" existe, en foros de internet. Su idea básica es vengarse de las mujeres por negarles el sexo. Y también de los varones que sí tienen relaciones sexuales. A las mujeres se les denomina genéricamente "Stacys" y a los varones sexualmente activos, "Chads".
Se trata de individuos frustrados sexualmente, que ahora reconducen toda esa frustración de manera violenta contra las mujeres y varones a los que envidian. Son particularmente virulentos contras las feministas.
Es una violencia de modalidad no vista, pero no esencialmente novedosa. La sexualidad en el marco patriarcal y capitalista siempre ha sido violenta. En ese marco, el varón cree tener el derecho al cuerpo de la mujer. Si una mujer se lo niega, la reacción no suele ser pacífica. Es como si lo hubieran ofendido gravemente, como si se cometiera una injusticia en su contra.
La mujer se ve como un objeto sexual del cual el varón siempre debería ser capaz de disponer y usar. El movimiento "Incel" es una reacción extrema a los cambios que el movimiento feminista ha logrado introducir en el imaginario de la sociedad machista y patriarcal.
Si hay avances del feminismo, el machismo se revuelca y produce movimientos reaccionarios. Es la dinámica de revolución y reacción. La violencia normalizada, al ser expuesta y combatida, se transforma en violencia abierta y explosiva.
Atentados como el de Rodger o el de Minassian, perpetrados por jóvenes de clase media en países de Primer Mundo, e incluso pertenecientes a sectores privilegiados, encienden las alertas de lo urgente de profundizar en la superación de la sociedad heteropatriarcal, machista y capitalista.
Si la reacción misógina y terrorista ya actúa y se organiza, es momento de que la revolución feminista se profundice. Son síntomas de que el momento es de crisis: o se logra la transformación radical o se cae en la barbarie.