jueves, 12 de octubre de 2017

El comunismo como religión de la modernidad.



Aunque es un lugar común, es muy claro que el comunismo derivó en algo parecido a una religión, específicamente la cristiana, y que los comunistas en siglo XX mostraron comportamientos parecidos a los de un creyente, cuando no un fanático.

Por ejemplo, los mismos textos de Marx fueron tratados como canónicos, casi sagrados, a los que había remitirse y hacer una exégesis, una interpretación, para hallar ahí una verdad obtenida de una vez y para siempre.

 La Unión Soviética produjo toda una tradición exegética que condensó en manuales, con una doctrina que se estudiaba como escolástica, repitiéndola y memorizándola. Los que iban más allá de eso, eran llamados "revisionistas". Y los no marxistas eran como herejes. Hubo dogmatismo, por supuesto. Y el final de todo era lograr la revolución, una especie de salvación en un mundo redimido, un paraíso en la Tierra.

Hubo también tendencia al martirio, a entregar la vida por la doctrina marxista. Se promovió el espíritu sacrificio y se rindió homenaje a los caídos, que pasaron a una especie de Panteón comunista. Hubo efemérides, rituales, una liturgia marxista. 

El comunismo tuvo también sus profetas, hombres superiores que entendieron mejor la doctrina y pudieron guiar a sus pueblos. Como lado terrible, la URSS practicó también una suerte de Santa Inquisición, aplicando penas para los que, según los inquisidores, amenazaban al comunismo.

Pero no sólo eso, así como en la historia del cristianismo ha habido cismas y sectas, también en el marxismo. Se dividieron entre estalinistas y trotkistas, por ejemplo, y estos últimos se han ido dividiendo y vuelto a dividir. Y cada una de ellas, como las sectas, afirma tener la verdadera interpretación de la doctrina de Marx.

Y así como surgió una "Teología de la Liberación" que intentó construir un catolicismo latinoamericano, también han surgido escuelas marxistas de corte regionalista, con sus propias ramas y subcodificaciones. El marxismo, como el cristianismo, generó fenómenos de sincretismo ahí donde llegó. 

Los comunistas de siglo XX, llamándose ateos y "científicos", mostraron, sin embargo, todo un comportamiento similar al religioso. Estaban dispuestos a dar la vida por sus ideas y no pocos llegaron a cometer actos de violencia contra los que identificaban, según sus postulados, como enemigos o como no aliados de su causa. La Revolución todo lo justificaba, en algo parecido a un fundamentalismo. 

Este marxismo-doctrina o marxismo-religión es uno de los fenómenos más interesantes e importantes de la modernidad. Yo creo que expresa muy claramente en qué derivó el mito moderno del progreso y la Razón, que se ponía por sobre la Edad Media, considerada la era de las tinieblas. Al final, esa modernidad, como Nietzsche llegó a describir, mató a Dios, pero de inmediato puso en su lugar a varios sucesores, como la misma Razón, la Ciencia o la Revolución.

Al final, lo moderno mostró que, en el fondo, aquella era no estaba superada, sino latente. Y ese retorno terminó siendo violento. La sinrazón regresó como fanatismo irracional fascista o como exceso de positivismo revolucionario. También el socialismo "científico" produjo sus fanáticos.

Hoy tenemos los polvos de aquellos lodos. Todavía hay veteranos del siglo pasado, sus hijos, sus nietos, nuevas generaciones sin rumbo que en el dogma encuentran asidero. Son las ruinas de la izquierda. Y así como la catedral gótica en pedazos alentó a los románticos, ahora vemos cómo los restos del comunismo-doctrina inflaman a algunos jóvenes, que se aferran firmemente al comunismo.

Los sueños de la Razón produjeron monstruos: el liberalismo, el fascismo y el comunismo. Su enfrentamiento fue la pesadilla del siglo XX. Triunfó el primero y es el que padecemos.

sábado, 7 de octubre de 2017

Totalitarismo de izquierda y totalitarismo de derecha.





Fue un reto explicarles a los alumnos la diferencia entre un totalitarismo "de izquierda" como la Unión Soviética y los totalitarismos de derecha, como la Italia fascista y la Alemania Nazi.

Siguiendo a Enzo Traverso, recurrí a la Ilustración: la tradición marxista se inserta en la modernidad que cree en la razón y el progreso. La Revolución socialista sería el cumplimiento de un proceso que puede dilucidarse gracias al materialismo histórico.

El marxismo es racionalista, la política de Lenin pretendía fundamentarse en una sólida base filosófica, histórica y económica. En la vena cartesiana, se busca un "método" no solo para la historia, sino también para la política.

En cambio, el fascismo y el nazismo subordinan la razón a la "voluntad". Promueven el fanatismo y la entrega ciega al líder. Cultivan la masificación y la pérdida de toda reserva o prudencia. Ni Mussolini ni Hitler tienen una teoría política, económica o filosófica. La asociación con Nietzsche y el irracionalismo filosófico es lejana e incluso falaz, con interés para los estudiosos, pero no evidente para los mismos nazis, que no seguían conscientemente una tradición teórica.

Si del militante fascista se pedía fanatismo, eso no se opone -y esto es importante- al aprovechamiento y el desarrollo de la tecnología y los avances científicos. Pero están dirigidos por la ideología.

Lo que, según el mito moderno del progreso, es símbolo de avance, la máquina y la racionalización de la producción, se pone al servicio del absurdo, el exterminio de millones de seres humanos. La tecnología se utiliza para hacer más eficiente la locura. La razón es arrollada por la voluntad fanática y puesta a su servicio.

El nazismo es la otra cara de la modernidad, en la misma moneda del totalitarismo soviético. El fascista y el nazi son orgullosamente irracionales y totalitarios (Mussolini fue el primero que calificó a su ideología de "totalitaria", los nazis celebraron "el triunfo de la voluntad"). Un estalinista negaría serlo. Y un trotskista condenaría esa desviación.

El marxismo no es totalitario. El estalinismo sí. Pero justo por la ideología que propugna se distingue de los totalitarismos de extrema derecha. Su discurso se llena de una glorificación del socialismo "científico" y cree justificarse apelando a una estructura racional en la historia. Vuelve escolástica la teoría marxista. Como el tomismo, es racional, pero momifica los conceptos.

El pecado del estalinismo no es haber abandonado la razón, sino la dialéctica viva. No hay una falta de razón sino si acaso un vicio por exceso, una logorrea: se mística y fetichiza lo "científico", la teoría se vuelve obesa y esclerótica. La filosofía se vuelve doctrina. Lenin (y Marx) son embalsamados. Sus cadáveres sirven como cimiento de un Estado.