jueves, 23 de noviembre de 2017

El macho entrenador


En la ruta hacia mi trabajo cruzo el estacionamiento de un supermercado. Seguido hay cargadores que bajan y suben cosas de camiones y camionetas.
Ayer iba caminando por ahí una muchacha muy joven, con ropa deportiva. Tendría unos 20 años, quizá menos. Escuché que un señor decía: "Oh, por Dios". Y entonces otros suspendieron labores y comenzaron a seguirla con la mirada, muy contentos y absortos.
"¡Qué belleza!" le dijo uno. Y la muchacha no se asustó. Se reía y también les devolvía la mirada. Se podía pensar que "le gustaba". Le empezaron a chiflar y a decirle más cosas. Pronto se volvió un pequeño alboroto.
Quizá esa joven se sintió halagada y se dejó llevar por su vanidad. Estaba de alguna manera siendo "validada" por los varones como una mujer bella.
En su ingenuidad tal vez no reparó en la violencia de la que estaba siendo víctima: un grupo de varones la miraba todo el tiempo, le decía cosas, le hacía ruidos. De seguir en ese proceso pudieron aproximársele, tocarla.
Los machos la estaban "entrenando" a su gusto sobre cómo reaccionar ante el acoso. Quisieran que cada mujer desfilara para ellos en el espacio público. Ellos las evaluarían y les darían su aprobación. El "triunfo" de una mujer sería hacer que los machos la miren, dejen lo que estén haciendo, pierdan la cabeza y hagan ruidos.
La "ganadora" tendría que sentirse orgullosa. Esas reacciones son su premio. Si es agradecida, les dará más. Contonearse, sonreirles, mostrarles, incluso dejar que se acerquen un poco. Las fantasías del macho.
Es un modelo de masculinidad. Todo gira en torno al varón. La mujer está ahí para su evaluación. El espacio público es el escenario. El varón, según este modelo, es un ser que todo tiempo está erotizado, que sale a la calle a ver cuerpos femeninos- En cualquier instante puede reaccionar irracionalmente ante una mujer bella. Estando solo, si se tiene confianza, puede mostrar su reacción o rapiñar algo clandestinamente, una foto, un toqueteo. Pero si está en grupo, su poder crece, puede mostrar su "masculinidad" a todo lo que da, chiflar, gritar, sacarse el pene.
Sería algo muy legítimo, pues viene de lo profundo de su "naturaleza". En realidad la condición básica es sociocultural: la subordinación de lo femenino a lo masculino.
Si la mujer está en la calle, en el espacio público que pertenece a los varones, debe de ser para algo relacionado con ellos.
Si una mujer acosada no reacciona como "debería" según el esquema machista, seguro es una desviada, y puede ser hasta violentada. Desde el insulto hasta la agresión, hay un precio que pagar por no aceptar los premios del falocentrismo. La violencia late en el mismo lugar que el erotismo del macho. Cualquiera puede aflorar contra la mujer.
En sociedades más cerradas, como Irán o Arabia Saudita, se cubre el cuerpo femenino de pies a cabeza. Se reconoce su potencia erotizadora y se considera peligrosa. Pero en lugar de corregir el patriarcado, se cubre a la hembra. Ella es la que tiene la culpa si el macho se alborota. Es otro camino, también violento, para el mismo problema, que queda sin resolver. Si la mujer osa salir al espacio público, que lo haga tapada para que no "provoque".
Es lo que responden aquí muchos machistas, varones y mujeres, cuando se denuncia el acoso callejero: que se cubran, ellas tienen la culpa por salir tan destapadas, por mostrarse. Hablan como fundamentalistas.
No se les ocurre que el asunto a resolver es el erotismo deformado del varón, el imaginario que lo pone como dueño del espacio público, como evaluador y consumidor de cuerpos femeninos, como un ser patético que no tiene control sobre sí mismo, que se masifica fácilmente para ejercer un poder que considera un "derecho".
El acosador no es un tipo libre, es víctima también del machismo, como sistema simbólico. Está convertido en un individuo genérico, moldeado según el guion del patriarcado. Tiende irremediablemente a invadir el espacio y la tranquilidad de la mujer, a reaccionar irracionalmente ante ella, a insultarla y agredirla si se siente frustrado. Está modelado para desempeñar el rol de victimario.