sábado, 7 de octubre de 2017

Totalitarismo de izquierda y totalitarismo de derecha.





Fue un reto explicarles a los alumnos la diferencia entre un totalitarismo "de izquierda" como la Unión Soviética y los totalitarismos de derecha, como la Italia fascista y la Alemania Nazi.

Siguiendo a Enzo Traverso, recurrí a la Ilustración: la tradición marxista se inserta en la modernidad que cree en la razón y el progreso. La Revolución socialista sería el cumplimiento de un proceso que puede dilucidarse gracias al materialismo histórico.

El marxismo es racionalista, la política de Lenin pretendía fundamentarse en una sólida base filosófica, histórica y económica. En la vena cartesiana, se busca un "método" no solo para la historia, sino también para la política.

En cambio, el fascismo y el nazismo subordinan la razón a la "voluntad". Promueven el fanatismo y la entrega ciega al líder. Cultivan la masificación y la pérdida de toda reserva o prudencia. Ni Mussolini ni Hitler tienen una teoría política, económica o filosófica. La asociación con Nietzsche y el irracionalismo filosófico es lejana e incluso falaz, con interés para los estudiosos, pero no evidente para los mismos nazis, que no seguían conscientemente una tradición teórica.

Si del militante fascista se pedía fanatismo, eso no se opone -y esto es importante- al aprovechamiento y el desarrollo de la tecnología y los avances científicos. Pero están dirigidos por la ideología.

Lo que, según el mito moderno del progreso, es símbolo de avance, la máquina y la racionalización de la producción, se pone al servicio del absurdo, el exterminio de millones de seres humanos. La tecnología se utiliza para hacer más eficiente la locura. La razón es arrollada por la voluntad fanática y puesta a su servicio.

El nazismo es la otra cara de la modernidad, en la misma moneda del totalitarismo soviético. El fascista y el nazi son orgullosamente irracionales y totalitarios (Mussolini fue el primero que calificó a su ideología de "totalitaria", los nazis celebraron "el triunfo de la voluntad"). Un estalinista negaría serlo. Y un trotskista condenaría esa desviación.

El marxismo no es totalitario. El estalinismo sí. Pero justo por la ideología que propugna se distingue de los totalitarismos de extrema derecha. Su discurso se llena de una glorificación del socialismo "científico" y cree justificarse apelando a una estructura racional en la historia. Vuelve escolástica la teoría marxista. Como el tomismo, es racional, pero momifica los conceptos.

El pecado del estalinismo no es haber abandonado la razón, sino la dialéctica viva. No hay una falta de razón sino si acaso un vicio por exceso, una logorrea: se mística y fetichiza lo "científico", la teoría se vuelve obesa y esclerótica. La filosofía se vuelve doctrina. Lenin (y Marx) son embalsamados. Sus cadáveres sirven como cimiento de un Estado.

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