domingo, 8 de julio de 2018

AMLO y el Estado Mayor Presidencial

En Roma existió, para protección de los políticos, un cuerpo especial militar, la guardia pretoriana. Estaba compuesta por soldados de élite, que recibían una mayor paga y beneficios. Sus miembros eran adinerados y poderosos.
La guardia pretoriana se convirtió en una fuerza corrupta, que, con dinero y promesas, era capaz incluso de asesinar al emperador. Cualquiera que deseara mantenerse en el poder tenía que asegurarse su favor. No se podía gobernar sin ella.
Calígula, por ejemplo, fue asesinado por la guardia, que así como depuso también impuso gobernantes. Los pretorianos cometían con frecuencia abusos de poder, matanzas, se enfrentaban con la gente, traicionaban, intrigaban, tenían sus propios intereses.
Cualquier déspota ha tenido siempre la necesidad de un cuerpo especial de protección, que lo proteja de la misma gente a la que gobierna y de sus enemigos políticos. Por eso los escoltas, cuerpos de élite, los "guaruras" han sido relacionados recurrentemente con los regímenes autoritarios. Y también con los cuartelazos, los golpes de Estado.
Eso quizá ronda en la mente de López Obrador. El Estado Mayor Presidencial no es más que una guardia pretoriana moderna, que tiene la función nominal de proteger la seguridad del presidente y su familia. Iturbide tuvo un cuerpo de seguridad especial, como lo tuvieron Santa Anna, Maximiliano, Porfirio Díaz.
En la historia de México hay gran cantidad de ejemplos de insurrección militar y asonadas de los que se supone deberían proteger al presidente.
Así, por ejemplo, aquí en Guadalajara Benito Juárez casi fue asesinado en el Palacio Municipal por un grupo de amotinados. Es famosa la actitud de Juárez, que mostró el pecho para recibir las balas, y también la de Guillermo Prieto, que pronunció su famosa frase "Los valientes no asesinan".
Otro personaje admirado por López Obrador es Francisco I. Madero. Estando en funciones como presidente después del derrocamiento de Díaz, el "apóstol de la Revolución" fue traicionado por Victoriano Huerta, el jefe de las fuerzas federales.
El general primero se deshizo de Gustavo Madero, quien ya lo había identificado como un traidor. Lo entregó a la soldadesca, que le sacó un ojo con bayonetas y lo torturó de manera espantosa.
Luego traicionó al presidente, con el apoyo de la embajada norteamericana, lo apresó y, en medio de engaños, lo mandó matar manera cobarde, junto con el vicepresidente José María Pino Suárez.
Si se quiere citar un ejemplo extranjero, tenemos el caso de Salvador Allende, el presidente de Chile que fue derrocado el 11 de septiembre de 1973 por Augusto Pinochet, el que, como comandante del ejército, debía protegerlo.
Pinochet, también con el apoyo de Estados Unidos, bombardeó el palacio de La Moneda, acorraló a Allende, que decidió terminar su vida. Así se inauguró un régimen dictatorial con rasgos fascistas y alineado con Washington. Eso pasó en varios países de América Latina.
Los militares, desde la época de la guardia pretoriana, siempre han jugado un doble papel, tienen las armas, la fuerza, y la pueden utilizar hacia uno u otro lado. Un presidente que deposite demasiado su poder en los militares podrá parecer muy protegido, pero también cuelga sobre él la espada de Damocles.
El Estado Mayor Presidencial podrá parecer, en un primer momento, un cuerpo para la seguridad presidencial. Lo es. Pero para un político con el bagaje histórico y la ideología de López Obrador, también es una presencia permanente de la milicia en el poder civil.
Por eso, quizá, el próximo presidente ha adelantado que no utilizará ese cuerpo militar. Lo que no significa que no vaya a tener protección de algún tipo. Optará por un apoyo civil, tal vez recupere lo de las "Gacelas", el grupo femenino y civil que se encargaba de resguardarlo cuando era jefe de gobierno del Distrito Federal.
Aunque parezca una cuestión de forma, un gesto, lo de prescindir del Estado Mayor también puede ser una manera de prevención, siendo, como es, un político que, como Juárez o Madero, resulta un peligro para los sectores conservadores de México.

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