domingo, 11 de marzo de 2018

El PRI, AMLO y lo siniestro


Lo siniestro es aquello que resulta demasiado extraño sólo porque es demasiado familiar, aquello que nos aterroriza en el otro porque, inconscientemente, vemos en él algo de nosotros que negamos o rechazamos.
Eso que nos parece tan terrible en alguien más en realidad es algo que portamos dentro, que mantenemos sepultado y que de pronto se nos presenta, removiéndonos. Lo siniestro es "aquello que, debiendo permanecer oculto, se revela" (Schelling)
El PRI fue el partido mestizo y populista por excelencia, el partido que recogió los frutos de la revolución de 1910, el partido revolucionario, el partido de la masa popular en armas. Se trató de institucionalizar esa revolución, de hacer de ella un nuevo Estado y un nuevo régimen.
El PNR, después PRI, fue el partido de las grande mayorías mestizas, de clase trabajadora. Retomó las formas comunales de propiedad de la tierra, formó la jubilación, el seguro social, la educación pública. Formó también los grandes sindicatos y las grandes centrales obreras y campesinas.
Se convirtió en el partido de Estado, una gigantesca organización que estaba por todos lados, que todo lo controlaba, que todo administraba y llenaba de burócratas. Siempre fue odiado por la derecha, por los católicos más reaccionarios. Fue el partido masón, juarista, moreno, ateo, estatista.
Llegó la época de cambios, con Thatcher y con Reagan. Y en el seno mismo del PRI apareció y creció una capa de intelectuales y economistas que se alinearon con esa tendencia, llamada neoliberalismo.
Abrieron, desmantelaron lo que pudieron del Estado, privatizaron, vendieron, adelgazaron al gobierno y la administración pública. Dejaron en manos de tecnócratas el manejo de la economía, se lanzaron contra las formas de propiedad no privada.
Los neoliberales operaron en contra de lo que el PRI siempre había sido. Relanzaron relaciones con El Vaticano, dieron rienda suelta a la educación religiosa, golpearon a la clase popular, a los obreros y a los campesinos. De repente, habían sepultado lo que habían sido. Y pretendieron olvidarlo.
Pero también en su seno nació la resistencia frente a eso, es la izquierda electoral contemporánea, el PRD y ahora Morena.
Ahora el priista ve en Andrés Manuel López Obrador a su contrario. Lo acusa de populista, demagógico, estatista, es decir, de aquello que el PRI mismo fue durante tres cuartos de siglo.
El PRI ve en López Obrador lo que el PRI era. Lo que señala en él es lo que fue como partido, lo que sigue siendo en el fondo, el partido populista, el partido corporativo, el partido clientelar, el partido de Estado, el partido que basa su poder en el control y manipulación de la masa popular.
Lo que le parece extraño en López Obrador es sólo lo que le es demasiado familiar. Lo que lo aterroriza en Morena es aquello que debía haber sido sepultado, aquello que debía permanecer oculto, pero ahora se revela.
Ataca en López Obrador un reflejo de su interior, de su propia historia.
El PRI sabe del inmenso poder que tiene el populismo, que tiene la organización y el apoyo de las masas trabajadoras mestizas. Y eso es lo que teme en López Obrador.
Y aunque gran parte de sus temores son ficciones, no soporta ni la sugerencia, el tufo, el esbozo de sí mismo en otro.

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