El líder más importante de
Temacapulín es un sacerdote. Se llama Gabriel Espinoza. Ahí se crió. Su madre
lo animó a sumarse a las protestas por la presa "El Zapotillo".
En la comunidad lo conocen como
"El padre Gabriel". Habla de una "Revolución del Agua" y a
"volver a las raíces". Dejó su parroquia en Zapopan y ahora reside en
Temaca, donde inició un par de cultivos y también cría algunos animales.
En 2015 le prohibieron usar
sotana y él mismo solicitó dejar el ministerio sacerdotal, después de 20 años.
Vende paletas, nieves y tortillas a un costado del quiosco. Es entusiasta de la
bicicleta, se opone a los alimentos transgénicos, se interesa en los derechos
de la gente del ámbito rural. Desde hace un par de años es miembro del
Movimiento Rural de Acción Católica.
Es fundador del "Comité
Salvemos Temacapulín, Acasico y Palmarejo", que articula organizaciones de
apoyo con el mismo membrete en varias ciudades del país. Colaboran también, por
ejemplo, el Instituto Mexicano de Desarrollo Comunitario (IMDEC) y el
Movimiento Mexicano de Afectad@s por las Presas y en Defensa de los Ríos
(MAPDER).
Su objetivo se centró en que la
presa "El Zapotillo" no tuviera más de 80 metros de altura, para así
salvar a los pueblos. En 2014, el movimiento obtuvo una resolución de la
Suprema Corte de Justicia para que la construcción fuera suspendida.
Cuando hace unos días el
gobernador Aristóteles Sandoval (que primero se había sumado a esa causa)
informó que la altura será de 105 metros y se tendría que inundar Temacapulín,
el padre Gabriel, presente en el acto, se levantó y gritó consignas. El
gobernador, entre molesto y nervioso, lo convocó a "hablar de frente"
en una oficina.
Con una clara tendencia de
izquierda ruralista, el "padre Gabriel" y el movimiento
"Salvemos Temaca" atrae simpatías juveniles urbanas. El mismo sector
que, por ejemplo, se siente atraído por el indigenismo, el neozapatismo, las
tendencias New Age o el ecologismo.
El hecho de que Gabriel Espinoza
haya sido o sea sacerdote nos puede llevar al tema de la relación entre la
iglesia católica y la rebeldía. Desde Bartolomé de Las Casas y Miguel Hidalgo hasta Samuel Ruiz y Alejandro Solalinde,
la figura del sacerdote que se une a las masas oprimidas es una constante en la
historia de México. Es una herencia de la Conquista y la Colonia, que se ha
mantenido vigente.
En siglo XX, conocimos en América
Latina la Teología de la Liberación y no pocos guerilleros rurales y urbanos
tenían a la mano una Biblia. El EZLN mismo ha estado desde el origen muy
influido por esta corriente ideológica. Indigenismo y catolicismo de base han
hecho sinergia en varias etapas y varios lugares.
En años recientes, hemos visto
muy activas a las universidades jesuitas, como la Iberoamericana, cuna del
movimiento #Yosoy132 y, en Jalisco, el ITESO, que se ha vuelto un semillero de
activistas locales, algunos ya en puestos de gobierno, después de un recorrido
en la protesta y las actividades a ras de suelo. En temas como la movilidad no
motorizada, la sustentabilidad, el ecologismo, el feminismo y los Derechos
Humanos, estudiantes y profesores de esa casa estudios tienen presencia.
Un aroma de eso hay en el caso
del padre Gabriel y los habitantes de Temacapulín. También él, como teólogos de
la liberación y sacerdotes "rebeldes" han sido atacados por la
jerarquía, a la par que han tenido éxito en convocar a la masa popular.
Quizá algo propio de sociedades
mestizas, mixtas, esta rebeldía latente, que puede ser llamada desde una
institución que parece parte del statu quo como lo es la iglesia católica,
podría ser síntoma de nuestro "barroquismo", de esa unión de
contrarios que nos define.
Según posturas menos flexibles,
la religión y la iglesia siempre serían elementos reaccionarios, aliados a los
sectores dominantes. Pero el hecho es que en nuestra propia historia vemos que
esa interpretación es limitada: la religión y miembros de la iglesia han
encabezado luchas de liberación y transformación social.
La masa puede no sólo ser
adormecida, sino también encendida. Y puede serlo bajo banderas muy diferentes.
Así como hubo independentistas que llamaban a defender la monarquía de Fernando
VII y la religión frente a los "jacobinos" franceses que invadían
España, así también hubo "Cristeros" que lucharon con las armas
contra el Estado, para defender el culto.
En un estado de
posturas católicas y reaccionarias como Jalisco, puede explicarse la influencia
de Gabriel Espinoza. Pero hay que decir que, a la vez que católico y sacerdote,
el padre Gabriel muestra tendencias de izquierda y ha incomodado tanto al
gobierno como al arzobispado.
Socialmente, tiene el apoyo y
hasta la devoción de los pocos pobladores que siguen en Temacapulín. Y, como ha
sido constante en los activismos recientes, logra sumar jóvenes de clase media
universitaria, ya no tanto a la gente de base en las ciudades.
El mesianismo, el caudillismo, la
utopía, el romanticismo rural, el indigenismo, una rara dualidad
reacción-revolución, el barroquismo expresado en la lucha social, todo ese
universo tiene algo de presencia en Gabriel Espinoza y la causa de Temacapulín.
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