El
marxismo incluye una filosofía de la historia, que hereda de Hegel. Para el
filósofo idealista, la historia es el desenvolvimiento del espíritu absoluto,
con momentos que culminan en la plena autoconciencia y libertad.
Dándole
un giro materialista, Marx entiende la historia como una sucesión de formas
sociales, compuestas por una "base" económica y una superestructura
jurídica, política e ideológica. Los cambios en esa base económica, causados,
por ejemplo, por avances tecnológicos, obligan a modificar el modo de
producción y, en consecuencia, la superestructura. Es la revolución y es
protagonizada por una clase emergente, que choca con la clase empoderada.
Así, la
burguesía urbana aparece en la sociedad de esquemas todavía feudales, con la
tierra como principal medio de producción. La nobleza y el clero poseen la
tierra y también el poder político. Es decir, son la clase propietaria en la
base y también poseen privilegios jurídicos y políticos. La ideología
dominante, además, consagra su autoridad, empleando argumentos teológicos.
Con la
Revolución Industrial se desarrollan, sin embargo, nuevos medios de producción,
las máquinas modernas, el vapor, la mecanización de varias áreas de la
economía. Viene un cambio tecnológico, crecimiento de las ciudades, lento pero
constante paso de la población rural a la mancha urbana.
Aparecen
en germen dos nuevas clases, la burguesía, emprendedora y entusiasta, y el
proletariado, por lo regular por desposeídos del campo que buscan oportunidades
en las ciudades, por miles.
La
burguesía tiene poder económico, pero eso no se refleja en la superestructura
jurídica ni política, y no hay una ideología que supere a los fundamentos de la
monarquía, ya en fase absolutista. Surgirá entonces la ideología liberal, con
una pléyade de pensadores como Hobbes, Locke, Hume, Rousseau, Kant y
Tocqueville.
Guiados
por esos pensadores, que vienen a forjar la autoconciencia política de la clase
en ascenso, aparecerán movimientos republicanos, que buscan la revolución
social y el fin del absolutismo, la jerarquía feudal y el conservadurismo
reaccionario y teológico.
Se
llamará "oscurantista" al "Antiguo Régimen" y se actuará en
nombre de las Luces, la Razón y la Libertad. Es la Ilustración, la Modernidad,
la época de oro del liberalismo.
Su gran
odisea será la Revolución Francesa y una serie de revoluciones en toda Europa,
que lograrán superar el absolutismo para dar paso a la república o a la
monarquía parlamentaria.
La
clase burguesa triunfó en lo general y obtuvo derechos para todos los
"ciudadanos", en sociedades democráticas. Pero esos ciudadanos
seguirán divididos en clases: la propietaria de las máquinas, la tierra, los
transportes mercantes, el capital, es decir, la burguesía, y la clase de los
desposeídos, que venden su fuerza de trabajo para operar esas máquinas, los
proletarios. Surge así la ciudad moderna, con sus chimeneas industriales y sus
escenas dramáticas de explotación.
Es una
clase oprimida, pero a la vez domina a la máquina, sabe operarla. Su trabajo le
da un poder, el de la producción. Y con la segmentación de los procesos toma
poco a poco conciencia de que su emancipación sólo llegará coordinándose como
un solo bloque. Surge el movimiento obrero.
Y así
como la burguesía tuvo su autoconciencia con los pensadores liberales,
aparecerá la autoconciencia filosófica de la clase proletaria, con Karl Marx
como figura principal.
En este
esquema de la historia y los reemplazos de formas sociales, se hará una gran
analogía y se planteará que la clase antes revolucionaria, la burguesía, ahora
está en el poder, goza de la propiedad de los medios de producción y el marco
jurídico consagra ese derecho de propiedad. Domina el aparato político y su
ideología, el liberalismo, ahora predomina casi como un dogma colectivo.
El
marxismo será crítico, en un sentido profundo: reconocerá los avances de la
revolución burguesa, pero mostrará que su misma configuración le impide llevar
a cumplimiento la democracia plena, la igualdad, la libertad y la fraternidad. Mostrará que
hay una clase oprimida, con potencial revolucionario. Y esa revolución la
entenderá como un acontecimiento dictado por las leyes de la historia, es el
materialismo histórico y dialéctico.
Dialéctico
porque se basa en la oposición, una oposición que supera y esa superación es
crítica: elimina, conserva y eleva. La sociedad burguesa ha de ser eliminada,
pero conservando su contenido de progreso y elevándolo a una fase superior, el
comunismo, la sociedad libre.
En Marx
encontramos la autoconciencia filosófica de la clase obrera y de la nueva
revolución, la socialista. Así como el método para pensar la historia, la
dialéctica materialista.
Formarse
en el marxismo en parte incluye asumir que hay leyes en la historia, que el
motor de la historia es la lucha de clases y que la superación de una forma
social lleva a cumplimiento lo que la ideología dominante proclama, pero no es
capaz de cumplir.
El
comunismo es la superación del capitalismo y el marxismo es la superación del
liberalismo, en sentido dialéctico.
Pensar
la historia como un proceso de progreso hacia la libertad a través de la
autoconciencia es algo hegeliano. Y Hegel, como se sabe, comparte fuentes con
la teología medieval cristiana, como Proclo.
El
esquema marxista de la historia ha sido revisado y criticado dentro del mismo
marxismo. Un autor importante es Walter Benjamin, quien llamó, por ejemplo, a
rescatar la tradición de los vencidos, no sólo los logros de los vencedores.
Propone un "freno de emergencia" ante el tren del progreso, que puede
conducir también a la catástrofe. Nos recordó, frente al optimismo dogmático,
que en cada momento se juega la opción de la emancipación, pero también de la
barbarie. Y que la barbarie también se viste con el traje del progreso y
aprovecha los avances, pero para el exterminio y la opresión, como los nazis.
La
filosofía como autoconciencia puede y debe afinarse, ejerciendo la crítica y
asumiendo la superación dialéctica como dinámica del pensamiento.
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