domingo, 29 de abril de 2018

BLAME!



Basada en el manga homónimo publicado entre 1998 y 2003, la película de anime "Blame" fue lanzada por la plataforma Netflix en mayo de 2017. Su trama tiene un trasfondo filosófico y desarrolla el tema de la alienación.
En algunas de las páginas más conocidas de "El Capital", Karl Marx habla del "fetichismo de la mercancía". Se trata, básicamente, de una reelaboración materialista de lo expuesto por Ludwig Feuerbach en "La esencia del cristianismo", que su vez es una elaboración de la doctrina de la alienación que viene de Fichte y de Hegel.
"Alienarse", en sentido idealista, es salir de sí, el momento de la extrañación, de la exteriorización. En clave del idealismo cercano al panteísmo de Spinoza, es dios encerrado en sí mismo, en su esencia, que sale de sí como creación, para luego poder verse y llegar a la autoconciencia.
La alienación tiene un sentido. Exteriorizarse, "expresarse", extrañarse, salir de sí, crear, producir, es un momento dialéctico que prepara el retorno a sí mismo, la recuperación ya enriquecida por el trance de la exteriorización. En el tercer momento, se es autoconsciente a través de la propia obra objetiva.
El sujeto se vuelve objeto y se reconoce en su obra, llegando a la autoconciencia.
Para el materialismo de Marx, la "alienación" se da en el trabajo, cuando el obrero crea, produce, elabora un producto, valores de uso, que, sin embargo, adquieren el carácter de mercancía. Y el mundo de las mercancías viene a enfrentársele como algo hostil, que lo oprime y lo condena. Su creación se viene en su contra y ya no se reconoce en ella.
Es como dios según Feuerbach: es una creación humana que luego se presenta como algo ajeno y trascendente. Y, además, como creador del hombre. La creación humana que es dios se convierte en el creador del hombre, por alienación.
"Alienarse" para Marx es algo negativo, surge por la subducción del trabajo en el capital. El obrero no tiene control de la producción, más bien la producción lo controla a él. Está sometido a lo que él mismo produce, es lo que lo explota, le marca el ritmo de trabajo, le exige un esfuerzo y, cuando viene la sobreproducción, él es el que padece las consecuencias.
En "Blame!" se presenta un escenario postapocalíptico en el que los seres humanos han perdido el control de las máquinas.
Los "Constructores" son gigantescos androides que se encargan de levantar ciudades ultratecnológicas. Alguna vez fueron utilizados por los humanos, pero ahora que, por un extraño virus, las máquinas ya no reconocen a sus amos, los "Constructores" continúan su labor sin que nadie pueda detenerlos.
La Tierra es una descomunal ciudad interminable, de miles de niveles, galerías, pasadizos, fábricas, donde ya pocos conocen la luz del Sol. Y sigue creciendo por la labor de los "Constructores".
Pero no sólo eso. Los humanos también habían diseñado "Salvaguardias", máquinas asesinas que se encargaban de exterminar a todos los inmigrantes ilegales. Cuando se perdió el control, esas máquinas pasaron a considerar intrusos a todos los humanos y se dedicaron a aniquilarlos.
La ciudad-planeta está vigilada con cámaras, alarmas, máquinas asesinas, trampas. Y ahí habitan pequeños grupos humanos, sobrevivientes, que ya por generaciones lo único que han conocido es esconderse de los "Salvaguardias". La época en la que los hombres controlaban a las máquinas ha quedado como un mito, que pocos son capaces de imaginar y menos de creer.
Los "Constructores" que no se ocupan de los humanos, siguen y siguen levantando niveles y niveles de ciudad. Y los "Salvaguardias" continúan con su cacería de humanos, de manera automatizada.
Es la alienación al extremo. Las creaciones humanas siguen su rumbo sin tomar en cuenta a su creador. Y ahora determinan la vida de los pocos que sobreviven.
Queda la esperanza de recuperar el control de las máquinas, de ese tercer momento que supere el extrañamiento. Y la búsqueda de esa utopía que supere la distopía es el contenido del filme.

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